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El Lazarillo de los ciegos caminantes

Por: Concolorcorvo | Biblioteca Cutural Peruana patrocinada por el señor General Oscar Benavides Presidente Constitucional del Perú.
Colaborador(es): García Calderón, Ventura (Selección y publicación).
Tipo de material: TextoTextoSeries Biblioteca Cultural Peruana 9.Editor: Paris: Desclée, de Brouwer, 1938Descripción: 345 p. ; 18 cm.Tema(s): PerúResumen: «El Lazarillo de ciegos caminantes», sin ser un libro muy difundido, no es tampoco de aquellos que forman patrimonio exclusivo de especialistas y eruditos. Los iniciados en bibliografía americana, y en general cuantos se interesan por el conocimiento de nuestra propia historia, poseen alguna noticia de esta curiosa producción. Hasta hace poco más de treinta años, era casi desconocida fuera de un círculo restricto de bibliófilos. En 1908 la publicó la Junta de Historia y Numismática Americana. Hoy es nuevamente libro agotado y de no fácil adquisición. Su título -que trasciende a novela picaresca- se prolonga en un enunciado de materias, cifra o esquema de su contenido principal. «El Lazarillo» describe «los itinerarios de Buenos Aires a Lima, según puntual observación» y brinda «noticias útiles a los nuevos comerciantes —X→ que tratan en mulas». Constituye, pues, un libro de viajes, una guía pintoresca y útil, documentada y veraz, aderezada con «jocosidades para entretenimiento de caminantes», según su mismo prólogo lo asegura. El viaje tiene lugar en la segunda mitad del siglo XVIII, 1771 a 1773, época escasa en tal género de literatura. Pero no es esta circunstancia la que da jerarquía y relieve a la obra. Son evidentes sus valores intrínsecos y su especial categoría. En un prolongado itinerario que va desde Montevideo hasta Lima por Buenos Aires, Córdoba, Salta, Potosí, Chuquisaca y Cuzco, el libro ofrece una visión muy concreta y exacta de la vida americana durante la colonia. El ambiente de las ciudades, los usos, costumbres e industrias de sus habitantes, hallan en estas páginas claro y vigoroso trasunto. Lo mismo puede decirse del campo y de las actividades rurales. Minuciosamente, morosamente a veces, se describen escenas de la vida campestre, las carretas, las arrias y el tráfago rudo de los muleros y trajinantes. Por primera vez también, en la pintura de aquel vastísimo escenario, aparece la sociedad viviente con sus tipos representativos, en su existencia cotidiana y en un marco de exactitud rigurosa. La naturaleza queda incorporada al relato. Aunque éste no abunda en colorido, siéntese la monotonía del llano sin término —XI→ y la montaña abrupta que trepa el viajero por ásperos caminos de herradura. Los más varios detalles y pormenores naturales despiertan su solícita curiosidad, hasta las industriosas arañas que tejen entre los aromos sus hilos de ocho varas, «resplandecientes como el más sutil hilo de plata». Muchas reflexiones de orden práctico hace el autor sobre la industria del ganado mular, pero le seduce en extremo el espectáculo de las tropas y las extrañas costumbres de los animales. Circula por sus páginas un sentimiento nuevo de la naturaleza, muy ajeno al que traducen hasta entonces las cartas y documentos de la época colonial. Este aspecto de la obra no ha sido considerado hasta hoy, si bien es verdad que «El Lazarillo» nunca fue objeto de un examen integral, digno de su valor y significado. Tampoco pretenderían llenar ese vacío estas líneas enunciativas y sin ningún propósito crítico. Pasamos a plantear el problema de la identidad del autor, no aclarado todavía y que representa para los aficionados un curioso enigma literario. El problema del autor, trae consigo el de los motivos que determinaron la publicación de este libro y el sentido verdadero de muchas de sus páginas, especialmente las consagradas a señalar abusos y corruptelas de la administración española. —XII→ «El Lazarillo de ciegos caminantes» apareció en un volumen en octavo menor, como impreso en Gijón, el año 1773. Se cree que la edición fue perseguida en América por las autoridades y es común opinión que los ejemplares conocidos circularon clandestinamente. Quienes se han ocupado de la obra, están contestes asimismo en que el libro fue impreso en Lima y no en Gijón como consigna la portada. El nombre de la imprenta, «La Robada», aludido maliciosamente en el último capítulo, demostraría con evidencia el artificio. ¿Quién fue el autor de «El Lazarillo» y por qué se imprimió y circuló clandestinamente? En la portada de la edición original, se asienta que el texto fue «sacado de las memorias que hizo don Alonso Carrió de la Vandera en este dilatado viaje y comisión que tuvo por la Corte para el arreglo de Correos y Estafetas, situación y ajuste de Postas desde Montevideo, por Don Calixto Bustamante Carlos Inga, alias 'Concolorcorvo', que acompañó al referido comisionado en dicho viaje y escribió sus extractos». Hasta no hace mucho, poníase en duda la existencia real de «Concolorcorvo» que se hacía sospechoso por su «alias» extravagante y los dichos bufonescos de su prólogo. El mismo don Alonso Carrió de la Vandera, digno funcionario colonial, llegado a Buenos Aires —XIII→ en 1771 para el arreglo de correos y postas, no aparecía muy bien identificado. Hoy está probada la existencia de Calixto Bustamante Carlos Inca y perfecta mente documentada la comisión y viaje del visitador Carrió1. Pero, con todo, permanecen en la sombra los puntos más interesantes de la cuestión. ¿Fue Calixto Bustamante, alias «Concolorcorvo», el verdadero autor de «El Lazarillo»? ¿Acompañó, en realidad, al visitador Carrió? ¿Hubo colaboración en este libro y a quién correspondería la parte principal? Los investigadores cuyo aporte documental ha permitido identificar algunos personajes y esclarecer la misión del visitador, no podrían responder categóricamente. El señor Walter Bose llega a la conclusión de que el libro se escribió por Carrió para vengar ciertos agravios de sus colegas en —XIV→ el Perú. Ese habría sido el motivo esencial de la publicación, reducida así «a la reivindicación de un hombre honesto que con ingenio y buen humor se burla de sus enemigos». Algo hubo de todo ello, sin duda alguna, pero es el caso que las alusiones y referencias indirectas, forman la parte episódica y circunstancial -por lo menos atendida la longitud del relato- y cuesta creer que se escribiera todo un libro de viajes, lleno de curiosas observaciones, para zaherir de paso a determinados individuos.
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Libros Libros Biblioteca Gonzalo Bedregal Iturri
Libros CGH 105.7 C744l (Navegar estantería) Disponible No Dañado Disponible (No Restinguido) No Dañado 2019-2311
Libros Libros Biblioteca Gonzalo Bedregal Iturri
Libros CGH 105.7 C744l (Navegar estantería) Disponible No Dañado Disponible (No Restinguido) No Dañado 2019-2312

«El Lazarillo de ciegos caminantes», sin ser un libro muy difundido, no es tampoco de aquellos que forman patrimonio exclusivo de especialistas y eruditos. Los iniciados en bibliografía americana, y en general cuantos se interesan por el conocimiento de nuestra propia historia, poseen alguna noticia de esta curiosa producción. Hasta hace poco más de treinta años, era casi desconocida fuera de un círculo restricto de bibliófilos. En 1908 la publicó la Junta de Historia y Numismática Americana. Hoy es nuevamente libro agotado y de no fácil adquisición.

Su título -que trasciende a novela picaresca- se prolonga en un enunciado de materias, cifra o esquema de su contenido principal. «El Lazarillo» describe «los itinerarios de Buenos Aires a Lima, según puntual observación» y brinda «noticias útiles a los nuevos comerciantes —X→ que tratan en mulas». Constituye, pues, un libro de viajes, una guía pintoresca y útil, documentada y veraz, aderezada con «jocosidades para entretenimiento de caminantes», según su mismo prólogo lo asegura. El viaje tiene lugar en la segunda mitad del siglo XVIII, 1771 a 1773, época escasa en tal género de literatura. Pero no es esta circunstancia la que da jerarquía y relieve a la obra. Son evidentes sus valores intrínsecos y su especial categoría. En un prolongado itinerario que va desde Montevideo hasta Lima por Buenos Aires, Córdoba, Salta, Potosí, Chuquisaca y Cuzco, el libro ofrece una visión muy concreta y exacta de la vida americana durante la colonia. El ambiente de las ciudades, los usos, costumbres e industrias de sus habitantes, hallan en estas páginas claro y vigoroso trasunto. Lo mismo puede decirse del campo y de las actividades rurales. Minuciosamente, morosamente a veces, se describen escenas de la vida campestre, las carretas, las arrias y el tráfago rudo de los muleros y trajinantes. Por primera vez también, en la pintura de aquel vastísimo escenario, aparece la sociedad viviente con sus tipos representativos, en su existencia cotidiana y en un marco de exactitud rigurosa. La naturaleza queda incorporada al relato. Aunque éste no abunda en colorido, siéntese la monotonía del llano sin término —XI→ y la montaña abrupta que trepa el viajero por ásperos caminos de herradura. Los más varios detalles y pormenores naturales despiertan su solícita curiosidad, hasta las industriosas arañas que tejen entre los aromos sus hilos de ocho varas, «resplandecientes como el más sutil hilo de plata». Muchas reflexiones de orden práctico hace el autor sobre la industria del ganado mular, pero le seduce en extremo el espectáculo de las tropas y las extrañas costumbres de los animales. Circula por sus páginas un sentimiento nuevo de la naturaleza, muy ajeno al que traducen hasta entonces las cartas y documentos de la época colonial. Este aspecto de la obra no ha sido considerado hasta hoy, si bien es verdad que «El Lazarillo» nunca fue objeto de un examen integral, digno de su valor y significado. Tampoco pretenderían llenar ese vacío estas líneas enunciativas y sin ningún propósito crítico.

Pasamos a plantear el problema de la identidad del autor, no aclarado todavía y que representa para los aficionados un curioso enigma literario. El problema del autor, trae consigo el de los motivos que determinaron la publicación de este libro y el sentido verdadero de muchas de sus páginas, especialmente las consagradas a señalar abusos y corruptelas de la administración española.

—XII→
«El Lazarillo de ciegos caminantes» apareció en un volumen en octavo menor, como impreso en Gijón, el año 1773. Se cree que la edición fue perseguida en América por las autoridades y es común opinión que los ejemplares conocidos circularon clandestinamente. Quienes se han ocupado de la obra, están contestes asimismo en que el libro fue impreso en Lima y no en Gijón como consigna la portada. El nombre de la imprenta, «La Robada», aludido maliciosamente en el último capítulo, demostraría con evidencia el artificio.

¿Quién fue el autor de «El Lazarillo» y por qué se imprimió y circuló clandestinamente? En la portada de la edición original, se asienta que el texto fue «sacado de las memorias que hizo don Alonso Carrió de la Vandera en este dilatado viaje y comisión que tuvo por la Corte para el arreglo de Correos y Estafetas, situación y ajuste de Postas desde Montevideo, por Don Calixto Bustamante Carlos Inga, alias 'Concolorcorvo', que acompañó al referido comisionado en dicho viaje y escribió sus extractos». Hasta no hace mucho, poníase en duda la existencia real de «Concolorcorvo» que se hacía sospechoso por su «alias» extravagante y los dichos bufonescos de su prólogo. El mismo don Alonso Carrió de la Vandera, digno funcionario colonial, llegado a Buenos Aires —XIII→ en 1771 para el arreglo de correos y postas, no aparecía muy bien identificado. Hoy está probada la existencia de Calixto Bustamante Carlos Inca y perfecta mente documentada la comisión y viaje del visitador Carrió1. Pero, con todo, permanecen en la sombra los puntos más interesantes de la cuestión. ¿Fue Calixto Bustamante, alias «Concolorcorvo», el verdadero autor de «El Lazarillo»? ¿Acompañó, en realidad, al visitador Carrió? ¿Hubo colaboración en este libro y a quién correspondería la parte principal? Los investigadores cuyo aporte documental ha permitido identificar algunos personajes y esclarecer la misión del visitador, no podrían responder categóricamente. El señor Walter Bose llega a la conclusión de que el libro se escribió por Carrió para vengar ciertos agravios de sus colegas en —XIV→ el Perú. Ese habría sido el motivo esencial de la publicación, reducida así «a la reivindicación de un hombre honesto que con ingenio y buen humor se burla de sus enemigos». Algo hubo de todo ello, sin duda alguna, pero es el caso que las alusiones y referencias indirectas, forman la parte episódica y circunstancial -por lo menos atendida la longitud del relato- y cuesta creer que se escribiera todo un libro de viajes, lleno de curiosas observaciones, para zaherir de paso a determinados individuos.

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