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Metafísica de lo Bello

Por: Schopenhauer.
Tipo de material: TextoTextoEditor: Buenos Aires: TOR, s/fDescripción: 128p. 18 cm.Tema(s): Metafísica BellezaResumen: Schopenhauer explica en El mundo como voluntad y representación (MVR I, § 30), que «si las ideas han de ser objeto del conocimiento, será solamente a condición de suprimir la individualidad del sujeto cognoscente». ¿Qué es, para nuestro autor, la “metafísica de lo bello”? La doctrina de la representación no sometida al principio de razón, es decir, la posibilidad de aprehender las ideas (objeto del arte). Schopenhauer no enseñará, por tanto, “estética”, es decir, aquella técnica que comprende los medios para promover lo bello y da reglas al arte; su pretensión no es analizar alguna práctica o ejercicio determinado, sino hacer filosofía, asumir entonces una actitud puramente teorética. En este sentido, la estética muestra el camino para alcanzar la producción de algo bello y ofrece a los artistas meras reglas, mientras que la metafísica de lo bello investiga la esencia íntima de la belleza desde dos puntos de vista: a) el sujeto que lo experimenta y b) el objeto que ocasiona tal experiencia. Así, leemos en el primer capítulo de su Metafísica de lo bello (lecciones traducidas por la inestimable labor del profesor Manuel Pérez Cornejo, publicadas por la Universidad de Valencia en 2004) que «aquí investigaremos qué es lo bello en sí, es decir, qué sucede en nosotros cuando nos conmueve la belleza o disfrutamos de ella». Es interesante señalar que Schopenhauer considera esta metafísica como intermedia entre la metafísica de la naturaleza y la metafísica de las costumbres (o ética), es decir, el estudio de lo bello supone un tipo de conocimiento absolutamente específico que se da en nosotros, por lo que se hace necesario plantear qué consecuencias se derivan de él. Además, parece que el goce (Genuß) que proporciona la experiencia de lo bello se diferencia mucho de los demás tipos de placer, pues éstos tienen en común el ser satisfacciones de una voluntad individual (esto es, tal goce se encuentra en relación directa con una voluntad). Así, pueden reunirse bajo el concepto de “lo agradable” (Angenehmen): allí donde los sentidos y el cuerpo participan inmediatamente del goce. Sin embargo, la alegría que nos produce lo bello es completamente diferente, pues se basa siempre en el conocimiento puro y absoluto, de manera que los objetos que producen la experiencia de lo bello no esconden relación alguna con nuestros fines personales, es decir, con nuestra voluntad. Tal goce se encuentra desvinculado de cualquier interés personal, y la alegría que nos aporta es absolutamente desinteresada. En MVR I (§ 34) leemos: «Cuando un sujeto, elevado por la fuerza del espíritu, abandona la forma habitual de considerar las cosas, dejando de ocuparse únicamente de sus relaciones recíprocas […]; es decir, cuando no considera ya el dónde, cuándo, porqué y para qué de las cosas sino única y exclusivamente el qué [y] entrega a la intuición todo el poder de su espíritu, se sumerge totalmente en ella y llena toda su conciencia con la tranquila contemplación del objeto natural que en ese momento se presenta […] se pierde completamente en ese objeto, es decir, olvida su individualidad, y queda como puro sujeto, como claro espejo del objeto […] entonces lo así conocido no es ya la cosa individual en cuanto tal sino la idea, la forma eterna, la objetividad inmediata de la voluntad en ese grado: y precisamente por eso, el que está sumido en esta intuición no es ya un individuo, pues el individuo se ha perdido en ella: es un puro, avolitivo, exento de dolor e intemporal sujeto de conocimiento».
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Tipo de ítem Ubicación actual Colección Signatura Estado Fecha de vencimiento Código de barras
Libros Libros Colecciòn Filosofia
Libros CF 102 Sch373m (Navegar estantería) Disponible 2019-0594

Schopenhauer explica en El mundo como voluntad y representación (MVR I, § 30), que «si las ideas han de ser objeto del conocimiento, será solamente a condición de suprimir la individualidad del sujeto cognoscente». ¿Qué es, para nuestro autor, la “metafísica de lo bello”? La doctrina de la representación no sometida al principio de razón, es decir, la posibilidad de aprehender las ideas (objeto del arte). Schopenhauer no enseñará, por tanto, “estética”, es decir, aquella técnica que comprende los medios para promover lo bello y da reglas al arte; su pretensión no es analizar alguna práctica o ejercicio determinado, sino hacer filosofía, asumir entonces una actitud puramente teorética. En este sentido, la estética muestra el camino para alcanzar la producción de algo bello y ofrece a los artistas meras reglas, mientras que la metafísica de lo bello investiga la esencia íntima de la belleza desde dos puntos de vista: a) el sujeto que lo experimenta y b) el objeto que ocasiona tal experiencia. Así, leemos en el primer capítulo de su Metafísica de lo bello (lecciones traducidas por la inestimable labor del profesor Manuel Pérez Cornejo, publicadas por la Universidad de Valencia en 2004) que «aquí investigaremos qué es lo bello en sí, es decir, qué sucede en nosotros cuando nos conmueve la belleza o disfrutamos de ella».

Es interesante señalar que Schopenhauer considera esta metafísica como intermedia entre la metafísica de la naturaleza y la metafísica de las costumbres (o ética), es decir, el estudio de lo bello supone un tipo de conocimiento absolutamente específico que se da en nosotros, por lo que se hace necesario plantear qué consecuencias se derivan de él. Además, parece que el goce (Genuß) que proporciona la experiencia de lo bello se diferencia mucho de los demás tipos de placer, pues éstos tienen en común el ser satisfacciones de una voluntad individual (esto es, tal goce se encuentra en relación directa con una voluntad). Así, pueden reunirse bajo el concepto de “lo agradable” (Angenehmen): allí donde los sentidos y el cuerpo participan inmediatamente del goce. Sin embargo, la alegría que nos produce lo bello es completamente diferente, pues se basa siempre en el conocimiento puro y absoluto, de manera que los objetos que producen la experiencia de lo bello no esconden relación alguna con nuestros fines personales, es decir, con nuestra voluntad. Tal goce se encuentra desvinculado de cualquier interés personal, y la alegría que nos aporta es absolutamente desinteresada. En MVR I (§ 34) leemos: «Cuando un sujeto, elevado por la fuerza del espíritu, abandona la forma habitual de considerar las cosas, dejando de ocuparse únicamente de sus relaciones recíprocas […]; es decir, cuando no considera ya el dónde, cuándo, porqué y para qué de las cosas sino única y exclusivamente el qué [y] entrega a la intuición todo el poder de su espíritu, se sumerge totalmente en ella y llena toda su conciencia con la tranquila contemplación del objeto natural que en ese momento se presenta […] se pierde completamente en ese objeto, es decir, olvida su individualidad, y queda como puro sujeto, como claro espejo del objeto […] entonces lo así conocido no es ya la cosa individual en cuanto tal sino la idea, la forma eterna, la objetividad inmediata de la voluntad en ese grado: y precisamente por eso, el que está sumido en esta intuición no es ya un individuo, pues el individuo se ha perdido en ella: es un puro, avolitivo, exento de dolor e intemporal sujeto de conocimiento».

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