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La Obra de España en América

Por: Pereyra, Carlos.
Tipo de material: TextoTextoEditor: Madrid: Biblioteca Nueva s/fDescripción: 292 p. ; 19 cm.Tema(s): Obra de España en AméricaResumen: No conozco a ningún escritor que haya contribuido como Carlos Pereyra a disipar la odiosa leyenda negra con la que el jacobinismo trata de envolver a España, a hacer amar y estimar a España en la América hispana y en el extranjero. Que no se crea, sin embargo, que la hispanofilia de Pereyra sea lírica ni apriorística; es, por el contrario, resultado de un largo trabajo de investigación; es decir, que tiene por base la ciencia y la lógica, base más sólida y más sincera que el lirismo tropical. Escuchemos lo que él mismo dice en el prólogo de La obra de España en América: «Se afirma aquí la admiración a España, pero es una admiración que nace del objetivismo, del estudio ecuánime de los hechos, emprendido con espíritu desinteresado… La obra de España fue colosal. Lo fue militarmente. Pero se muestra más grande aún en el orden económico y en el orden moral.» Y este libro, que los Sres. Baelen y Ricard han traducido al francés, podrá convencer a los franceses de que la América que se extiende desde California hasta la Patagonia, no es una América latina, sino una América hispana. España no sólo ha descubierto y conquistado el Continente, sino que lo ha realmente civilizado. Humboldt, autoridad indiscutible e indiscutida, escribe: «Cuando, estudiamos la historia de la conquista, admiramos la actividad extraordinaria con que los españoles del siglo XVI extendieron el cultivo de los vegetales europeos en las planicies de las cordilleras, desde un extremo al otro del Continente. Los eclesiásticos, y, sobre todo, los frailes misioneros, contribuyeron a esos progresos rápidos de la industria. Las huertas de los conventos y de los curatos eran almácigas, de donde salían los vegetales útiles recientemente aclimatados. Los mismos conquistadores, a quienes no debemos considerar en masa como guerreros bárbaros, se dedicaban en su vejez a la vida de los campos.» Andrés Revesz
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Tipo de ítem Ubicación actual Colección Signatura Estado Fecha de vencimiento Código de barras
Libros Libros Colecciòn Filosofia
Libros CHG 940 P437o (Navegar estantería) Disponible Dañado Disponible (No Restinguido) No Dañado 2019-1576

No conozco a ningún escritor que haya contribuido como Carlos Pereyra a disipar la odiosa leyenda negra con la que el jacobinismo trata de envolver a España, a hacer amar y estimar a España en la América hispana y en el extranjero. Que no se crea, sin embargo, que la hispanofilia de Pereyra sea lírica ni apriorística; es, por el contrario, resultado de un largo trabajo de investigación; es decir, que tiene por base la ciencia y la lógica, base más sólida y más sincera que el lirismo tropical. Escuchemos lo que él mismo dice en el prólogo de La obra de España en América: «Se afirma aquí la admiración a España, pero es una admiración que nace del objetivismo, del estudio ecuánime de los hechos, emprendido con espíritu desinteresado… La obra de España fue colosal. Lo fue militarmente. Pero se muestra más grande aún en el orden económico y en el orden moral.» Y este libro, que los Sres. Baelen y Ricard han traducido al francés, podrá convencer a los franceses de que la América que se extiende desde California hasta la Patagonia, no es una América latina, sino una América hispana. España no sólo ha descubierto y conquistado el Continente, sino que lo ha realmente civilizado. Humboldt, autoridad indiscutible e indiscutida, escribe: «Cuando, estudiamos la historia de la conquista, admiramos la actividad extraordinaria con que los españoles del siglo XVI extendieron el cultivo de los vegetales europeos en las planicies de las cordilleras, desde un extremo al otro del Continente. Los eclesiásticos, y, sobre todo, los frailes misioneros, contribuyeron a esos progresos rápidos de la industria. Las huertas de los conventos y de los curatos eran almácigas, de donde salían los vegetales útiles recientemente aclimatados. Los mismos conquistadores, a quienes no debemos considerar en masa como guerreros bárbaros, se dedicaban en su vejez a la vida de los campos.»
Andrés Revesz

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